Meditación de S.B. Cardenal Pierbattista Pizzaballa
13 de abril de 2025
Domingo de Ramos, año C
Lc 19, 28-40
En el pasaje del Evangelio que se lee al comienzo de la Celebración Eucarística del Domingo de Ramos (Lc 19,28-40) nos habla de la entrada de Jesús en Jerusalén, donde poco después será entregado a las autoridades romanas, para ser condenado y crucificado.
La particularidad de este pasaje, sin embargo, es que gran parte de su narración no nos habla tanto de lo que sucede durante este día de fiesta, sino más bien sobre sus preparativos (Lc 19,29-35).
En concreto, la atención se centra en la montura que utiliza Jesús, es decir, un pollino, que se describe con dos características, en las que nos centraremos.
La primera característica es que este pollino está atado: este término aparece hasta cuatro veces en pocos versículos (Lc 19,30.31.33), y parece decir que los discípulos encontrarán un pollino atado, y tendrán que desatarlo.
Era un tiempo de gran expectación en el pueblo (cf. "Porque el pueblo esperaba" - Lc 3,15) y esta expectación se refería a la venida de un rey, un mesías que aseguraría la paz a su pueblo. Dios mismo se había revelado como el verdadero Rey, pero el pueblo había insistido en tener un rey como todos los demás pueblos. Y Dios había concedido un rey, como su representante, puesto a la cabeza del pueblo para asegurar la paz.
Pero a lo largo de la historia bíblica, muy pocos reyes habían estado a la altura de esta tarea, capaces de no dejarse seducir por la lógica del poder y la riqueza. En lugar de guiar al pueblo como lo hace un buen pastor, que desata las ovejas y las lleva a pastar, habían atado y oprimido al pueblo con opciones equivocadas e injustas. En lugar de dar libertad y paz, habían traído opresión y exilio al pueblo.
Por tanto, la expectación por un buen rey había ido en aumento, así como la certeza de que un buen rey sólo podía ser un rey ungido, es decir, dado por Dios.
Por eso el evangelista Juan precede el relato de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén (Jn 12,12-15) por el relato de la unción en Betania (Jn 12,1-11): Jesús es el verdadero Rey, Aquel que viene a liberar a su pueblo. Jesús viene, pues, a desatar, a desatar todo vínculo de opresión, a desatar a su pueblo del poder del mal, de la violencia, de todo lo que mantiene al hombre atado e incapaz de la verdadera libertad.
El pollino sobre el que cabalga Jesús, además, ofrece una referencia evidente a la profecía de Zacarías ("He aquí que tu rey viene a ti. Es justo y victorioso, humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de asna" - Zac 9,9), que narra el final de la espera de este manso rey de la paz, que finalmente llega, sentado sobre un pollino de asno.
Sin embargo, las expectativas del pueblo se centraban sobre todo en las profecías que anunciaban un Mesías triunfante, victorioso y fuerte. La profecía de un Mesías rey montado en un pollino, en cambio, era una profecía incómoda, alejada de las expectativas del pueblo.
El pollino que Jesús manda desatar, nadie lo había montado todavía («Encontraréis un pollino atado, sobre el que nadie ha montado jamás» - Lc 19,30). La historia nunca había visto la llegada de un rey capaz de pagar con su propia vida el precio de la paz de su pueblo. Ahora esto sucede, y una multitud de pobres se alegra (Lc 19,37-38).
Pero incluso cuando el Señor quiere entrar en la vida de su pueblo y llevarle la salvación, siempre hay algo que trata de impedirlo: los fariseos, que ante todo este entusiasmo, piden a Jesús que haga callar a sus discípulos ("Algunos fariseos de entre la multitud le dijeron: 'Maestro, reprende a tus discípulos'" - Lc 19,39).
Esto, sin embargo, ya no es posible: los discípulos podrán callar, permanecer en silencio, y esto sucederá durante la pasión, donde todo el entusiasmo de hoy dará paso a la consternación. Pero a partir de ahora, incluso aquello que no puede hablar, como las piedras, no hará más que decir que ha llegado la salvación ("Pero Él respondió: «Os digo que, si éstos callan, las piedras gritarán»" - Lc 19,40).
El hombre siempre podrá aceptarla o rechazarla, pero Jesús continúa con su misión de salvación: la profecía se ha desatado y aquel pollino, sobre el que nadie todavía había cabalgado, ha encontrado por fin al rey capaz de montarlo.
+Pierbattista
*Traducción de la Oficina de Medios del Patriarcado Latino