Visión general de la Orden
Los orígenes de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén se remontan a la Primera Cruzada, cuando Godofredo de Bouillon liberó Jerusalén. Para estructurar los organismos religiosos, militares y públicos de los territorios liberados del control musulmán, fundó la Orden de los Canónigos del Santo Sepulcro. Según los relatos de las Cruzadas, en 1103 el primer rey de Jerusalén, Balduino I, se hizo cargo de esta orden canónica y se reservó para sí mismo y sus sucesores (como agentes del Patriarca de Jerusalén) el derecho a nombrar a sus caballeros en caso de ausencia o incapacidad del Patriarca.
Los miembros de la Orden incluyen entonces no sólo a los canónigos regulares (Fratres) sino también a los canónigos seculares (Confratres) y a los Sergentes. Estos últimos eran caballeros armados elegidos entre los cruzados por su valor y devoción; juraron obedecer la regla agustiniana de pobreza y obediencia y se comprometieron, bajo el mando del rey de Jerusalén, a defender el Santo Sepulcro y los Santos Lugares.
Muy poco después de la Primera Cruzada, las tropas -incluidas las de los Caballeros de la Orden de los Canónigos del Santo Sepulcro- comenzaron a regresar a sus tierras de origen. Esto llevó al establecimiento de prioratos en toda Europa como parte de la Orden. En efecto, estos prioratos están bajo la jurisdicción de los nobles caballeros o prelados que han sido investidos en el propio Santo Sepulcro y que, aunque ya no están al servicio directo del rey de Jerusalén, siguen perteneciendo a la Orden de los Canónigos.
La Orden decayó como cuerpo militar cohesionado de caballeros tras la reconquista de Jerusalén por Saladino en 1182, y dejó de existir en esa forma por completo tras la derrota de Acre en 1291. La desaparición del reino cristiano de Jerusalén dejó a la Orden sin líder, pero su presencia en los prioratos europeos sobrevivió gracias a la protección de soberanos, príncipes, obispos y la Santa Sede. Estos prioratos siguieron manteniendo vivos los ideales de los caballeros cruzados: propagación de la fe, defensa de los débiles, caridad hacia los demás. A partir de entonces, con la excepción de los acontecimientos en España, los Caballeros del Santo Sepulcro sólo participaron en contadas ocasiones en acciones militares para defender la cristiandad.
En el siglo XIV, la Santa Sede pagó una cuantiosa suma al sultán egipcio para conceder a los frailes menores franciscanos el derecho a proteger los santuarios cristianos. Durante todo el periodo de supresión del Patriarcado Latino, el derecho a crear nuevos caballeros fue una prerrogativa del representante de la máxima autoridad católica en Tierra Santa: el Custodio.
En 1847, el Patriarcado fue restaurado y el Papa Pío IX modernizó la Orden publicando una nueva Constitución que la ponía bajo la protección directa de la Santa Sede. Confió su gobierno al Patriarca Latino. También se definió el papel fundamental de la Orden: apoyar las obras del Patriarcado Latino de Jerusalén, conservando el deber espiritual de difundir la Fe.
En 1949, Pío XII decretó que el Gran Maestre de la Orden debía ser un cardenal de la Santa Iglesia Romana, y asignó la función de Gran Prior al Patriarca de Jerusalén. El Papa Juan XXIII y el Papa Pablo VI reorganizaron y revitalizaron la Orden en 1962 y 1967 respectivamente, añadiendo reglamentos más específicos a la Constitución para que las actividades de la Orden fueran más coordinadas y eficaces.
En febrero de 1996, el Sumo Pontífice Juan Pablo II reforzó el estatus de la Orden. Se convirtió en una Asociación pública de fieles, con personalidad jurídica canónica y pública, constituida por la Santa Sede (según el Derecho Canónico 312, párrafo 1:1).
Más allá de sus connotaciones históricas y de su rica evolución, el aspecto valioso e interesante de la Orden en la actualidad reside en el papel que se le asigna y que ejerce en el marco de la Iglesia católica y a través de su estructura administrativa y sus organizaciones locales en las distintas comunidades.
La Orden hoy
a) Objetivos
Los objetivos de la Orden son los siguientes
Reforzar en sus miembros la práctica de la vida cristiana, en absoluta fidelidad al Soberano Pontífice y según las enseñanzas de la Iglesia, observando como fundamento los principios de caridad que hacen de la Orden un medio fundamental de asistencia a Tierra Santa;
Apoyar y ayudar a las obras e instituciones caritativas, culturales y sociales de la Iglesia Católica en Tierra Santa, en particular las del Patriarcado Latino de Jerusalén, con el que la Orden tiene vínculos tradicionales;
Apoyar la conservación y propagación de la Fe en estas tierras, y promover el interés por esta obra no sólo entre los católicos dispersos por el mundo, unidos en la caridad por el símbolo de la Orden, sino también entre todos los demás cristianos;
Defender los derechos de la Iglesia Católica en Tierra Santa.
La Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén es la única institución laica del Estado Vaticano encargada de apoyar las necesidades del Patriarcado Latino de Jerusalén y todas las actividades e iniciativas destinadas a apoyar la presencia cristiana en Tierra Santa. Las cotizaciones que pagan sus miembros son, por tanto, la principal fuente de financiación de las instituciones patriarcales.
b) Estructura
La Orden tiene una jerarquía clara. En la cúspide está el Cardenal Gran Maestre, nombrado directamente por el Santo Padre para dirigir y gobernar la Orden. El Gran Maestre está asistido por un órgano consultivo, el Gran Magisterio, cuya tarea es identificar y acordar con el Patriarcado Latino de Jerusalén los programas y acciones que deben emprenderse y los métodos y plazos que deben definirse cada año para satisfacer las necesidades de las instituciones y comunidades cristianas de Tierra Santa.
La Presidencia del Gran Maestrazgo está compuesta por el Gobernador General, los Vicegobernadores Generales y el Canciller de la Orden: constituyen el "consejo" ejecutivo de la Orden.
La jerarquía se divide entonces en dos partes distintas: una eclesiástica y otra laica. El primero, dirigido por el Canciller y el Administrador de Ceremonias, es responsable del desarrollo espiritual de la Orden; el segundo, dirigido por el Gobernador General, es responsable de la gestión de la Orden.
La tarea de la jerarquía eclesiástica es definir los programas y eventos para desarrollar la espiritualidad de cada miembro. La tarea de la jerarquía laica es llevar a cabo las actividades sociales y caritativas de la Orden en nombre de Tierra Santa.
La Orden se subdivide en Lugartenencias, que a su vez se dividen en Secciones. Si es necesario, las Secciones pueden dividirse en Delegaciones.
El Lugarteniente, los Jefes de Sección (Presidi en Italia y Sicilia) y los Delegados (encargados de las Delegaciones) están acompañados por una organización eclesiástica paralela formada por los Priores de Sección y Delegación.
Todas estas funciones son funcionales, con responsabilidades administrativas; no son títulos honoríficos. El mandato es de cuatro años y puede ser renovado, siempre que el titular desempeñe sus funciones de forma adecuada y eficaz.
Los candidatos adecuados para cada puesto son sugeridos por el superior inmediato y sometidos a los de mayor rango y al Gran Maestrazgo para su aprobación final.
La Orden cuenta actualmente con 52 Lugartenencias: 26 en Europa, 15 en América del Norte y Canadá, 5 en América Latina, 7 en Australia y Extremo Oriente y una en Sudáfrica.
El número de miembros activos, es decir, miembros que realmente practican la vida de servicio y caridad que prometieron llevar al ser admitidos en la Orden, es actualmente de unos 30.000.
c) Actividades
Como ya se ha mencionado, la Orden está representada en casi todos los países del mundo en los que existe una comunidad católica numerosa y las condiciones adecuadas para alcanzar sus objetivos.
Conjuntamente e individualmente, cada Lugartenencia, Sección y Delegación establece un programa anual de reuniones y eventos destinados a fortalecer el crecimiento espiritual de los miembros de la Orden, así como eventos diseñados para dar a conocer el papel y las actividades de la Orden en las comunidades locales.
Los donativos recaudados para Tierra Santa son gestionados por las Lugartenencias de acuerdo con la legislación administrativa y fiscal de su país de actuación. Cada Lugartenencia lleva una contabilidad adecuada que se comunica al Gran Maestrazgo. Estas cuentas incluyen el número de donaciones, los beneficiarios y la finalidad a la que se destinan.
La labor que el Patriarcado Latino y otras instituciones católicas llevan a cabo en favor de los cristianos de Tierra Santa con el apoyo de la Orden puede resumirse así:
Después de la segunda Intifada (que puso fin al trabajo y a la actividad económica en gran parte de Tierra Santa), los tiempos especialmente difíciles que siguieron hicieron que muchos cristianos perdieran sus puestos de trabajo y llevaron al Patriarcado Latino, a la Nunciatura Apostólica y a otras instituciones católicas a comprometerse en la distribución de ayuda social y humanitaria, con el objetivo de proporcionar apoyo financiero directo a las familias más necesitadas. Sin embargo, la caridad en forma de subvenciones directas -que algunos pueden considerar "limosnas"- no forma parte de los métodos normales de funcionamiento de la Orden. La asistencia humilla a las personas que tienen que aceptarla y tiene un efecto negativo al animar a los beneficiarios a vivir de la caridad.
La política de la Orden ha sido, y sigue siendo, ayudar a los cristianos de Tierra Santa a alcanzar un nivel de educación y formación profesional que les permita desempeñar un papel activo en la sociedad de su propio país, un nivel que les dé igualdad con las personas de otras confesiones.
Durante la segunda mitad del siglo XX, las familias cristianas de clase media que abandonaron Tierra Santa para buscar un futuro mejor en el extranjero constituyeron un verdadero éxodo. En la actualidad, el número de cristianos en las distintas regiones de Tierra Santa oscila entre el 2 y el 4%, y son en su mayoría artesanos, pequeños comerciantes y personas que trabajan en el sector turístico, que se ha desarrollado paralelamente a las peregrinaciones. Estas pequeñísimas minorías sólo pueden sobrevivir si sus competencias son lo suficientemente elevadas como para ganarse el aprecio y la estima de la sociedad en la que viven, lo que sólo puede conseguirse con mejores niveles de educación y formación.
Desde finales del siglo XIX, la Orden ha financiado la construcción de 41 escuelas patriarcales en Israel, Palestina y Jordania, y también se ha comprometido a financiar sus gastos de funcionamiento. En la actualidad, más de 19.000 alumnos y estudiantes asisten a estas escuelas, desde el jardín de infancia hasta la enseñanza secundaria y superior, así como a varias escuelas técnicas. Por término medio, el 60% de los estudiantes son cristianos (católicos, ortodoxos, etc.) y el 40% son musulmanes.
El compromiso de la Orden con la educación está ayudando a resolver un problema muy importante en la región: ¿cómo acostumbrar a personas de diferentes razas y religiones a vivir en paz y con respeto mutuo? Si estos valores se fomentan desde una edad temprana, pueden quedar firmemente establecidos. Si no, no hay esperanza de conseguirlo más adelante, porque en la adolescencia los jóvenes son presa fácil de las ideologías extremistas.
Los gastos de funcionamiento del Patriarcado y sus 68 parroquias, los salarios de casi 1.600 profesores y demás personal escolar, los gastos del seminario patriarcal, los orfanatos y las clínicas, así como los de las nuevas empresas del Patriarcado y otros proyectos en curso (incluida la construcción de viviendas para jóvenes familias cristianas) son enormes y aumentan continuamente. Representan una pesada carga para la Orden y sólo se mantienen gracias a la generosidad de sus miembros activos.
d) Qué significa ser miembro de la Orden
Ingresar en la Orden es un compromiso para toda la vida. Comprometerse a ser testigo de la fe, vivir una vida cristiana ejemplar para apoyar a las comunidades cristianas de Tierra Santa y practicar el verdadero compromiso caritativo de un cristiano.
El objetivo de la pertenencia a la Orden es servir a la Iglesia Católica y realizar actos de caridad para hacer sostenible la presencia cristiana en Tierra Santa. El objetivo de la pertenencia a la Orden no es convertirse en miembro de una organización prestigiosa para presumir de su estatus o adquirir beneficios y ventajas personales.
Por lo general, pero no siempre, un candidato es propuesto por un miembro existente de la Orden. El Delegado y el Jefe de Sección competente en la materia evaluarán al candidato en una primera sesión informativa.