4 de mayo de 2025
III Domingo de Pascua, año C
Jn 21, 1-19
El pasaje del Evangelio de hoy (Jn 21,1-19) nos narra la última aparición del Resucitado a la comunidad de discípulos recogida en el Evangelio de Juan.
De este pasaje tan rico, nos detendremos en algunos detalles.
El primer detalle es el versículo que abre el pasaje (Jn 21,1), donde el evangelista escribe que Jesús se manifestó de nuevo a sus discípulos ("Después de estos acontecimientos, Jesús se manifestó de nuevo a los discípulos en el lago de Tiberíades").
Los términos que encontramos aquí nos remiten al capítulo 2 del Evangelio de Juan, donde Jesús realiza la primera de sus señales (Jn 2,1-11).
También allí estamos en Galilea, precisamente en Caná, y también allí el contexto es el de un banquete, como el que vemos que tiene lugar a orillas del Lago. También allí, en Caná, falta vino, como aquí, a orillas del lago, falta comida. Allí los sirvientes obedecen la palabra de un extraño que les pide que llenen las tinajas de agua, aquí los discípulos obedecen la palabra de un extraño que les pide que echen las redes por el lado derecho. Allí nadie sabe de dónde viene el vino, aquí nadie sabe de dónde viene el pan. También allí Jesús manifiesta su gloria, como aquí Jesús se manifiesta de nuevo. En Caná era el tercer día, aquí es la tercera manifestación.
Hay una conexión evidente entre los dos pasajes.
En Caná Jesús había comenzado a manifestar su gloria. No su poder, sino su gloria, es decir, la fuerza de su amor capaz de vencer el mal. Se había presentado como el Esposo mesiánico, que ofrecía a los participantes en el banquete el vino nuevo de la nueva alianza, iniciando así su hora, que, sin embargo, debía cumplirse, de forma misteriosa, más adelante.
Pues bien, todo esto se ha cumplido de manera definitiva después de la Pascua. Ha llegado realmente la hora de la nueva alianza, y el Señor, habiendo regresado victorioso de su batalla contra la muerte, ofrece a su Pueblo el banquete de la victoria.
Y hay una señal, en el pasaje de hoy, que confirma que la nueva alianza se ha cumplido realmente: Jesús pregunta tres veces a Pedro si le ama (Jn 21,15.16.17).
Hay muchas interpretaciones posibles de esta triple pregunta.
Pero en la mentalidad de la época, si tres veces se hace el mismo gesto, se convierte en un hábito, y si tres veces se responde afirmativamente a la misma pregunta, se convierte en un contrato, en algo definitivo de lo que no hay vuelta atrás. Se convierte en una alianza.
Pedro, el que negó, el que huyó, está llamado a decir tres veces sí, a decir que cree en esta nueva posibilidad de ser, junto con sus hermanos, una comunidad que renace de la muerte.
Es una comunidad pequeña, herida, que sola no puede hacer nada ("pero aquella noche no pescaron nada" - Jn 21,3), que atraviesa la oscuridad de la noche. Pero es también una comunidad que, cuando obedece a la Palabra del Señor, se hace fuerte: las redes no se rompen (Jn 21,11), porque esta nueva comunidad que se funda en el don del Señor es sólida ("Simón Pedro subió a la barca y sacó a tierra la red llena de ciento cincuenta y tres peces grandes. Y aunque eran muchos, la red no se rompió" - Jn 21,11).
Y que el don es del Señor, es evidente: los discípulos vuelven a la orilla después de haber pescado una gran cantidad de peces, pero es Jesús quien ofrece el pescado y el pan (Jn 21,9), y esto remite a la ofrenda de sí mismo que Jesús hizo en la cruz: ésta es la verdadera fuerza de la nueva comunidad de discípulos.
Además, echan la red a la derecha de la barca («Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis» - Jn 21,6): también aquí los significados pueden ser muchos, pero lo cierto es que la derecha es el lado de Dios, de su brazo poderoso, el lado de la fuerza, de la bendición, de la alegría.
Los discípulos están llamados a vivir allí, en este lugar donde Dios manifiesta su fuerza, que es siempre la fuerza del amor, nunca del poder.
Lo que han tomado, lo llevan al Señor, que lo une a lo que ya está preparado en el fuego (Jn 21,10).
El Señor ya lo ha hecho todo, y ahora, lo que falta es unirnos a Él, haciendo nuestra su lógica de vida, su confianza incondicional en el Padre, su obediencia filial.
De ahí renace la vida y de ahí renace la Iglesia.
+Pierbattista
*Traducción de la Oficina de Medios del Patriarcado Latino