Jerusalén, 30 de abril de 2025 - El Monasterio de la Orden de Santa Clara en Talbiyeh fue testigo de una solemne celebración con motivo de la apertura oficial de la fase diocesana de la causa de beatificación y canonización de la Sierva de Dios Sor María della Trinità, presidida por Mons. William Shomali, Vicario General. La celebración contó con la presencia de Mons. Giacinto-Boulos Marcuzzo, junto con el P. Francesco Patton, Custodio de Tierra Santa. También estuvieron presentes los miembros del tribunal de la causa: Mons. Ilario Antoniazzi, delegado del Patriarca; P. Filippo Morlacchi, Promotor de Justicia; y Sor Marina Fischer, Notaria, que iniciaron oficialmente sus funciones en el estudio de la causa de esta fiel sierva de Dios. ]
Mons. William Shomali pronunció el discurso oficial en nombre de Su Beatitud el Cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén. En su discurso, destacó la importancia de este gran acontecimiento eclesial, que arroja luz sobre el testimonio de una joven monja cuya vida estuvo marcada tanto por el sufrimiento como por la gracia, y que vivió con profunda fe y heroica serenidad. La sesión incluyó el juramento de los miembros del tribunal y del postulador, quienes reafirmaron su compromiso con sus responsabilidades en este proceso eclesial, que constituye un paso fundamental hacia la canonización.
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¿Quién es Sor María della Trinità?
Nacida el 26 de abril de 1901 en Pretoria, Sudáfrica, Luisa era hija de un pastor y misionero protestante. La tragedia la golpeó desde el principio: su madre murió al darla a luz, y Luisa fue criada en Suiza, país de origen de su familia, por una tía. Su vida estuvo marcada por un delicado equilibrio entre un carácter fuerte y de principios y una constitución física frágil, agravada por la tuberculosis, las repetidas decepciones y una profunda soledad.
A los 25 años, luchando por encontrar un sentido a su vida tras una relación fallida y reveses profesionales, Luisa alcanzó su punto más bajo. Fue entonces, en la oscuridad de una noche de febrero de 1926, cuando la desesperación fue atravesada por la luz. Relató una experiencia mística -la visión de «una religiosa vestida con un hábito marrón oscuro, ceñido con un cordón»- que despertó en ella una atracción irresistible por el claustro y el deseo de recibir la Eucaristía.
A partir de ese momento, su trayectoria cambió por completo. Su conversión al catolicismo se convirtió en la piedra angular de un camino espiritual marcado por la perseverancia, el sufrimiento y una intimidad cada vez más profunda con Cristo. A pesar de las repetidas negativas de los institutos religiosos debido a su frágil salud y a su reciente conversión, Luisa se mantuvo firme en su búsqueda de la voluntad de Dios. Este largo período de espera resultó ser una lenta y paciente obra de la gracia.
En 1938 fue finalmente aceptada en el Monasterio de las Clarisas de Jerusalén, donde tomó el nombre de Sor María della Trinità. Allí, en el silencio de la vida de clausura, descubre su verdadera vocación: un alma en sintonía con la voz interior de Cristo. Su espíritu.







