En un momento en que el mundo busca una esperanza auténtica, un grupo de jóvenes de Galilea respondió con fe a la llamada del cielo: "La esperanza no defrauda". En el contexto del Año Jubilar de la Esperanza proclamado por Su Santidad el Papa Francisco, setenta jóvenes peregrinos, acompañados por sus capellanes espirituales, emprendieron un profundo viaje espiritual al corazón de la Iglesia universal -del 21 al 27 de abril de 2025- que culminó cruzando la Puerta Santa en Roma con el corazón elevado en oración y la mente abierta a la gracia.
La peregrinación, organizada para jóvenes de 16 a 17 años, se celebró bajo el patrocinio del Patriarcado Latino de Jerusalén, en colaboración con la Oficina de Pastoral Juvenil y escuelas de toda Galilea. El grupo estuvo acompañado por cuatro líderes espirituales y educativos: P. Elie Karam, P. Ramez Twal, Sra. Jazeel Zeitoun y Sr. Ihab Sabra. Juntos, formaron una comunidad de fe, caminando en unidad, guiados por el Espíritu Santo y alimentados por la virtud de la esperanza.
Un momento de profundo dolor y reflexión espiritual llegó cuando el grupo recibió la noticia del fallecimiento del Papa Francisco. Sin embargo, este dolor se transfiguró en una oración silenciosa, un momento de comunión con la Iglesia universal y una expresión tangible de esperanza inquebrantable. Los jóvenes peregrinos esperaron en fila durante horas para presentar sus últimos respetos ante el cuerpo del Papa, un gesto marcado por la reverencia y un profundo sentimiento de amor filial hacia el Sucesor de Pedro.
A lo largo del viaje, los peregrinos encontraron la gracia en numerosos lugares santos. Los jóvenes visitaron la tumba del Beato Carlo Acutis, patrón de la era digital, inspirándose en su fe sencilla y en su profunda relación con Jesús en la Eucaristía. En Asís, siguieron las huellas de los santos Francisco y Clara, experimentando la belleza de la creación y la santidad a la vez. Después viajaron a Pisa, Florencia y Siena -lugares donde se entrelazan la historia y la fe- antes de concluir con unos días de alegría y oración en la Ciudad Eterna de Roma.
Este no fue un simple viaje, sino una verdadera peregrinación a las profundidades de la fe, al encuentro de la presencia de Dios a través de la liturgia, la oración, la comunidad y el silencio. Los jóvenes de Galilea descubrieron la Iglesia como una presencia viva y maternal. Regresaron a casa llevando en su interior la llama de la esperanza encendida y viva, y con el deseo renovado de anunciar al mundo la alegría del Evangelio.