Ante la incertidumbre, una radiante procesión de esperanza se abrió paso hasta el corazón de la Iglesia. Del 28 de julio al 2 de agosto, más de un millón de jóvenes católicos se reunieron en Roma para celebrar el Jubileo de la Juventud. Entre ellos había 76 jóvenes peregrinos de la Diócesis de Jerusalén, cuya determinación de asistir se mantuvo firme a pesar de las turbulencias en sus países.
Un grupo diverso de jóvenes peregrinos —18 de Chipre, 17 de Jordania, 24 de Jerusalén y 2 de Belén— viajaron a Roma llevando consigo las oraciones de su pueblo y las heridas de sus países de origen. Con el corazón abierto al encuentro con Cristo, cruzaron la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro no sólo como peregrinos, sino como testigos de una esperanza que se atreve a brillar en medio de la oscuridad. Cada grupo estuvo acompañado por devotos capellanes espirituales, guiándolos a lo largo de este camino de fe y testimonio.
Fue una semana de intensos encuentros espirituales con jóvenes de Oriente Medio y de todo el mundo. Para muchos, el Jubileo fue un punto de inflexión en su camino de fe, revelando cuán vivo y activo permanece el Espíritu entre los jóvenes de hoy.
En la Misa de apertura en la Plaza de San Pedro, George Hazboun (24) y Laith Zoughbi (21) de Belén llevaron las ofrendas durante la procesión del ofertorio, un símbolo conmovedor de unidad y propósito.
"Fue una experiencia emotiva", dijo George. "Me sentí como si estuviera de pie en el corazón de la Iglesia universal, ofreciendo ofrendas en el altar de la esperanza. Fortaleció mi conciencia de que somos una sola Iglesia, unidos en la fe".
Para Laith, fue transformador: "A pesar de la distancia y la diferencia, estamos unidos por una misma fe y una sola esperanza. Me sentí profundamente cerca de Dios, orgulloso de representar a nuestro pueblo en el Vaticano durante un evento tan trascendental."
"Orar por la paz no es solo un deber", añadió George, "es una fuerza que realmente puede marcar la diferencia. A pesar de la ansiedad y las dificultades, siempre hay esperanza y Dios cuida de nosotros."
Laith se hizo eco de este mensaje: "La esperanza es nuestra verdadero ancla. Como jóvenes, estamos llamados a ser luz en la oscuridad y a construir un futuro mejor a través de la fe y el amor."
Desde Jordania, Dana Tannous, Secretaria General Adjunta de la Juventud Cristiana en Jordania, describió cruzar la Puerta Santa como "un paso hacia la gracia y la renovación".
"La historia de la fe está viva en las iglesias de Roma", dijo. "Ser parte de este evento global fue un testimonio vivo de la unidad de la Iglesia, que reúne a los pueblos en torno a Jesucristo, el Rey Adolescente. Nuestra presencia fue un mensaje: la esperanza sigue viva y la diferencia no divide, sino que enriquece."
Ghassan Asfour, Secretario General, añadió: "Dios nunca nos abandona. Está presente en los más pequeños detalles, reavivando nuestra esperanza cuando le abrimos nuestros corazones".
Su presencia, como jóvenes de la tierra donde nació y fue bautizado Cristo, se convirtió en una fuente de fortaleza e inspiración para los demás. "Somos testigos de una fe viva", dijo Ghassan, "y tenemos la responsabilidad de permanecer firmes y alegres, proclamando este mensaje con valentía."
En la vigilia de oración, el Papa León XIV dirigió a los jóvenes en el canto, las Escrituras y la Adoración Eucarística. Respondió a preguntas sobre la amistad, el discernimiento y el encuentro con Cristo. Al día siguiente, celebró la Misa de clausura del Jubileo en Tor Vergata.
En su homilía, el Papa invitó a los jóvenes a reconocer a Cristo llamando suavemente a la ventana de su alma: "Convirtamos esta sed en un taburete, como niños de puntillas, mirando a través de la ventana al encuentro con Dios. Abrid de par en par vuestros corazones, dejadlo entrar y embarcaos en esta aventura hacia la eternidad". Les recordó que la verdadera esperanza nace del encuentro divino, no de las ilusiones de comodidad. Su Santidad no olvidó a los jóvenes de los países afectados por la violencia, y durante el Ángelus del 2 de agosto afirmó: "Estamos con los jóvenes de Gaza, de Ucrania y de todas las tierras ensangrentadas por la guerra. Mis jóvenes hermanos y hermanas, vosotros sois el signo de que un mundo diferente es posible, un mundo donde los conflictos se resuelven no con las armas, sino con el diálogo".
George Hleis, de la Parroquia Latina de Jerusalén, reflexionó: "La vigilia y la Misa con el Papa León fueron un momento especial para recibir su bendición paternal. Lo que me llevo espiritualmente a esto: es hermoso mantener el corazón abierto a la historia de los demás".
En todos los testimonios, resonó una sola verdad: la Iglesia Universal está unida. A pesar de las distancias, caminamos juntos en esta peregrinación terrenal como miembros diversos del único Cuerpo vivo de Cristo.
Como concluyó con gran belleza un peregrino: "Nuestra presencia, como jóvenes de Tierra Santa, fue una fuente de esperanza. Somos testigos de una fe viva, de la tierra donde Cristo fue bautizado y enviado, y estamos llamados a seguir proclamando este mensaje con valentía y alegría".