Doc. 629/24
Mensaje al final de la procesión de Ramos 2024
Santa Ana, 24 de marzo de 2024
Queridos Hermanos y Hermanas,
¡Que el Señor os dé la paz!
A pesar de la guerra, a pesar de todo, también este año hemos querido celebrar la entrada triunfal de Jesús en la Ciudad Santa. Y también nosotros, junto con la Jerusalén de hace dos mil años, cantamos "Hosanna Filio David", Hosanna al Hijo de David. Sí, especialmente ahora, es aún más importante y necesario gritar con fuerza que Jesús es nuestro Mesías, es nuestro Señor, es el Kyrios. Quizás en estos últimos meses nos hemos sentido perdidos, desconcertados, solos y sin referencias. Nos sentimos abrumados por tanto odio. A veces, esta terrible guerra que parece no tener fin, aumenta el temor por el futuro de nuestras familias. Pero hoy estamos aquí de nuevo, aunque seamos pocos, sin peregrinos y sin tantos hermanos y hermanas nuestros de tantas partes de nuestra Diócesis, que no han podido llegar hasta nosotros. ¡No importa! Pocos o muchos, es importante estar aquí, y gritar con fuerza y fe que tenemos un referente, Jesucristo. ¡Que no estamos solos ni abandonados, y sobre todo, que no tenemos miedo!
Al entrar con Él en Jerusalén, renovamos nuestro compromiso de seguirlo, de ir con Él a todas partes. Sabemos que seguir a Jesús significa también aceptar el camino de la cruz. Un camino que, por desgracia, conocemos bien, porque nuestra vida ordinaria es a menudo un vía crucis, un camino doloroso, salpicado de numerosos obstáculos, incomprensiones, rechazos, hostilidades de todo tipo. Pero esto no nos desanima.
Estamos aquí, de hecho, para reafirmar una vez más nuestro amor a Jesús, nuestro amor a su ciudad, a la que pertenecemos y a la que amamos, a su Tierra, que es también la nuestra. Una Tierra que es Santa pero hoy herida, invadida por tanto odio y rencor. Pero ¡ay de nosotros si nos dejamos contaminar por todo esto! Aquí queremos pedirle a Dios Nuestro Señor que preserve nuestros corazones de estos sentimientos de enemistad. Porque no podemos seguir siendo amigos de Jesús si cultivamos la enemistad en nuestros corazones. No podemos amar a Jesús si no nos amamos los unos a los otros, y si no tenemos el coraje de estar cerca de todos, incluso en las circunstancias trágicas en las que vivimos. Queremos vivir, sufrir y actuar con Él y para Él.
Nuestros pensamientos se dirigen, en primer lugar, a esta Ciudad Santa, Jerusalén. Es la Ciudad sagrada para todos, pero a menudo profanada por nosotros, sus habitantes. Es el Lugar, de hecho, donde el servicio a Dios y el servicio al hombre deben coincidir. En cambio, parecen ser dos extremos que nunca se encuentran. Es la ciudad donde la luz del Cordero debe iluminar la mirada de todos, una mirada redimida y libre. A menudo, sin embargo, nuestras relaciones están marcadas por la posesión y la exclusión. Oremos, pues, por nuestra Ciudad y por la paz de Jerusalén. Una paz que es una acogida cordial y sincera de los demás, voluntad tenaz de escucha y de diálogo, caminos abiertos en los que el miedo y la sospecha dejen paso al conocimiento, al encuentro y a la confianza, donde las diferencias sean oportunidades de compañerismo y no un pretexto para el rechazo mutuo.
Nuestros pensamientos, también, están con aquellos que no pueden estar hoy aquí con nosotros y, en particular, con nuestros hermanos y hermanas de Gaza. Queridos, no estáis solos. Toda la Iglesia de Jerusalén se une a vosotros, os abraza y os agradece vuestro testimonio de fortaleza y valentía. Con nosotros, todas las Iglesias, todos nuestros hermanos y hermanas en el mundo, ruegan por vosotros y con vosotros. Sabemos muy bien lo difícil que es, después de casi seis meses, permanecer dentro de esa noche terrible que parece no tener fin, resistir unidos y firmes, dentro de la violencia que os rodea y el hambre. Pero os aseguramos que hacemos y haremos todo lo posible para apoyaros y, junto con vosotros, rezamos para que esta noche pase lo antes posible. No os desaniméis. También para vosotros, como para todos, llegará el amanecer del tercer día, el anuncio de la resurrección.
Mi pensamiento se dirige entonces a los numerosos peregrinos de todo el mundo, que tal vez hubieran querido estar hoy con nosotros, pero no han podido. Queridos amigos, os esperamos. ¡No tengáis miedo, volved a Jerusalén y a Tierra Santa! Vuestra presencia es siempre una presencia de paz, y hoy necesitamos tanto la paz, traednos vuestra paz.
Queridos hermanos y hermanas,
Hoy comenzamos la semana de la pasión. Nos uniremos a la pasión y muerte de Jesús y esperaremos su resurrección. Serán días intensos, pero también muy bonitos, nos darán fuerzas. Queremos vivir estos días con serena confianza en la intervención de Dios en la historia, en nuestra historia, en nuestra vida. Sí, Él no nos deja solos. Porque sabemos que Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos también nos dará vida a todos nosotros por medio de su Espíritu (cf. Rom 8,11). Lo creemos, también para nosotros, aquí, hoy, ¡y lo confirmamos con alegría y determinación!.
¡Feliz Semana Santa!
+Pierbattista Card. Pizzaballa
Patriarca Latino de Jerusalén