15 de junio de 2025
Solemnidad de la Santísima Trinidad, C
Jn 16, 12-15
En el pasaje evangélico de hoy (Jn 16,12-15) escuchamos que Jesús, hablando del Espíritu Santo, repite dos veces una expresión un tanto peculiar. Dice que el Espíritu «tomará de lo mío y os lo anunciará» (Jn 16,14.15).
Para tratar de comprender lo que Jesús quiere decirnos con esta expresión, demos un paso atrás y lleguemos a un pasaje del Antiguo Testamento en el que vemos una situación opuesta a lo que Jesús describe.
El pasaje en cuestión es Génesis 3,1-12. Dios acababa de crear al hombre y había entrado en diálogo con él. El pasaje es bien conocido: Dios da al hombre toda la hermosa creación que acababa de salir de sus manos y, a través del mandamiento sobre el árbol del conocimiento del bien y del mal, le pide que permanezca en una actitud mansa, la actitud de quien no posee nada, pero que lo acoge todo como un don.
La actitud filial de quien sabe que no es dueño de todo.
En cierto momento, sin embargo, aparece la serpiente y también entra en diálogo con la mujer. Adopta las palabras de Dios, pero no lo hace respetando sus pensamientos. Añade sus propias palabras: palabras pequeñas, insidiosas, que bastan para generar en la mujer la sospecha de que Dios es diferente de cómo se manifestó en el jardín.
Dios había dicho que el hombre podía comer de todos los árboles del jardín, excepto de uno ("Podrás comer de todos los árboles del jardín" - Gn 2,16-17); la serpiente pregunta si es verdad que no deben comer de ningún árbol del jardín ("¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín?" - Gn 3,1). Las palabras cambian ligeramente, pero el significado cambia por completo.
La serpiente quiere separar a la humanidad de su creador, y lo hace pronunciando palabras que generan una mentira en el corazón del hombre, una imagen distorsionada de Dios. Pero no es solo una imagen distorsionada de Dios. De hecho, corresponde a una imagen distorsionada del hombre, que deja de ser una criatura amada y vive en el sentido de la culpa, en el engaño de aquellos que deben recuperar la benevolencia de Dios.
Esta imagen permanece grabada en las profundidades de la memoria humana y se propaga rápidamente, como solo pueden hacerlo las mentiras. De este modo, el hombre se vuelve incapaz de llevar el peso de la verdad («Todavía tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar» - Jn 16, 12) y se convierte en esclavo de una mentira, de la que no puede liberarse solo.
¿Qué puede llevar al hombre de vuelta a la verdad de sí mismo, a la verdad de Dios? Esto es lo que Jesús describe en el Evangelio de hoy.
El Espíritu no actúa como la serpiente: no añade nada a las palabras de Jesús y no quita nada. No añade nada propio, porque vive en la misma realidad que Jesús, porque sabe que estas son palabras verdaderas, suficientes para la salvación del hombre. Esas palabras también son suyas.
Entonces puede tomarlas, porque en la Trinidad todo es común, y nos damos gloria los unos a los otros tomando de los demás, sin miedo. Si todo es común, puedo tomar lo que es del otro y no quitarle nada, al contrario: al hacerlo, confirmo la verdad de la comunión que nos une.
Para el hombre, este estilo de vida es una carga, una fatiga: si alguien nos quita algo, nos sentimos desprovistos, defraudados.
En la Trinidad es todo lo contrario. Así que la obra de Dios es llevarnos lentamente a esta nueva forma de vivir y pensar, la de la comunión.
La humanidad que escucha las palabras mentirosas de la serpiente se encuentra al final aislada, pobre y dispersa.
La humanidad que acoge las palabras de Jesús, aquellas que el Espíritu toma y hace vivir en nosotros, redescubre la verdad de sí misma y la verdad de Dios. La verdad de la comunión y del amor mutuo, enriquece la humanidad en bien, en relaciones, en vida.
Esta es la "cosa por venir" de la que habla Jesús («el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena porque no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os anunciará lo que está por venir» - Jn 16,13): se nos ha dado, pero hay que acogerlo cada día, está delante de nosotros como lo único que no pasa, que permanece incluso cuando todo lo demás falla.
+Pierbattista
*Traducción de la Oficina de Medios del Patriarcado Latino