Homilía Consagración Episcopal de Mons. Iyad Twal
28 de febrero de 2025
Al-Maghtas, Jordania
Is 61, 1-13; Hch 20, 22-24.32; Jn 10, 11-16
Queridos hermanos,
Querido Hermano Iyad,
¡Que el Señor os dé la paz!
Las lecturas que acabamos de proclamar, el Lugar Santo en el que nos encontramos y las numerosas referencias bíblicas que este lugar aporta nos ofrecen muchos puntos de reflexión y constituyen un magnífico punto de referencia para el inicio de vuestro ministerio episcopal. Me centraré sólo en algunos de ellos.
La primera lectura habla de un gran y nuevo renacimiento. En un contexto de dolor y de muerte, de un mal que parece prevalecer sobre todo, el profeta es enviado por el Espíritu Santo para llevar «la buena nueva a los pobres... a curar las heridas de los corazones quebrados... la liberación de los cautivos, a consolar a todos los afligidos, a dar una corona en lugar de ceniza... óleo de alegría en lugar de vestido de luto... manto de alabanza en lugar de espíritu triste» (Is 61,2-3). Un texto muy actual que habla también de nosotros.
Vivimos uno de los momentos más difíciles de nuestra historia reciente. La guerra ha cavado un surco de miedo, dolor y desconfianza en el alma social a una escala nunca vista. Y todo ello afecta también a la vida de nuestra comunidad eclesial, que es parte integrante de la vida del país y experimenta las mismas preocupaciones que todos los demás. Ciertamente, en Jordania la situación es más serena, y la estabilidad política es fuente de seguridad. Sin embargo, el clima de miedo al futuro parece haber llegado también aquí. La profecía de Isaías, por tanto, es una fuerte llamada al ministerio de la consolación, que también debe convertirse en el vuestro.
Dentro de poco, también se derramará el aceite sobre tu cabeza, como sobre los profetas y enviados de antaño. Es decir, recibirás la unción del Espíritu Santo que, a través de la Iglesia, te envía al pueblo santo de Dios que está aquí en Jordania. Con la Iglesia, y a través de tu persona, como eres, también tu deberás llevar la buena nueva a los pobres, ser capaz de curar a los quebrados de corazón y de levantar el ánimo a los tristes. En este contexto de guerra, donde todo parece hablar de odio y de muerte, deberás convertirte en testigo directo del amor de Dios. Dar testimonio aquí de que Dios es caridad, es derramar aceite, bálsamo y perfume sobre las heridas del corazón y de la mente de cada persona que sufre. Tendrás que aprender a inclinarte sobre el sufrimiento humano con el amor que se inspira y se fortalece en el amor de Dios, que se ha derramado sobre ti y que hoy se confirma. Tendrás que aprender a compartir esa abundancia de caridad, de justicia y de perdón que Dios mismo te ha concedido. En definitiva, en estas difíciles circunstancias, tendrás que dar valor, confianza y luz al pueblo de Dios que se te ha confiado y ser testigo de primera mano del poder de nuestra esperanza, Cristo resucitado.
También hemos escuchado el Evangelio del Buen Pastor. El pastor bueno y hermoso, que da su vida por el rebaño que le ha sido confiado. El evangelio dice una gran verdad, que a veces olvidamos: al pastor sólo se le pide una cosa, que ame a su rebaño y dé su vida por él.
Serán muchas las actividades que tendrás que realizar, pastorales, administrativas, sociales, políticas y mucho más. Pero todo esto es secundario en tu ministerio. Lo primero que se te pide, o mejor dicho, la única condición que puso Jesús es ésta: amar al rebaño. Ama ante todo a la comunidad que te ha sido confiada.
Con el ministerio también vendrá la responsabilidad de gobernar, y tendrás autoridad sobre muchos. No estarás exento de cometer errores, como cualquiera de nosotros. Pero no estás llamado a ser perfecto, nadie esperará de ti la solución a todos los problemas. Sólo se te pide una cosa: ser imagen del Buen Pastor, amar a vuestro rebaño, al que debes entregar tu vida, renunciando a ti mismo.
Ama especialmente a los sacerdotes. Ellos serán ante todo tu voz, tu corazón, tu presencia en las comunidades. Que la gente sienta y perciba la unidad que debe existir entre tu y tus primeros colaboradores, aquellos que harán concretas y visibles tus indicaciones pastorales en la comunidad. Donde hay amor, fluye la vida, brota la luz. La vida renace donde alguien se entrega con amor, donde el perdón encuentra un hogar. Por eso estás llamados a no caer en la tentación de tener que hacerlo todo, de creer que tienes que salvar a la Iglesia en Jordania. La Iglesia es de Cristo, no es nuestra. La Iglesia es sólo el lugar donde la gente encontraran, se encontrará y conocerá a Cristo. Simplemente hay que amarla, lo demás vendrá por añadidura. El amor es contagioso, creará hermosos lazos de fraternidad, de amistad, de compartir. Creará unidad incluso en las circunstancias más difíciles y abrirá el futuro con confianza.
Tu ministerio comienza aquí, en este Lugar Santo. Esta es la primera vez que el Vicario para Jordania, es consagrado en Jordania. Y es consagrado aquí mismo, donde Jesús fue bautizado y comenzó su ministerio. Donde Juan el Bautista preparó al pueblo santo de Dios para recibir a Jesús como el Cordero de Dios.
Esto también es una poderosa indicación para tu nuevo ministerio en Jordania: comenzar de nuevo desde Cristo. En este contexto de grandes transformaciones sociales y tecnológicas, de grandes interrogantes sobre la vida en el mundo, estas llamado a dar una respuesta y ofrecer orientación. Jordania no está exenta de las tensiones que plantea la modernidad. Cómo permanecer dentro de estos cambios, sin sufrirlos, sin huir de ellos, pero también sin encerrarse en el pasado. Cómo la fe cristiana debe relacionarse serenamente con la modernidad y la tradición, sin ceder ante las ideologías. Jordania, un país rico en tradiciones, también necesita nuevas herramientas para interpretar el tiempo presente.
Cómo ayudar a los jóvenes en particular a vivir todas estas instancias con confianza, desde la fe. Serás llamado a encontrar una manera de comunicar la fe cristiana en un contexto social y cultural en rápida evolución. En las universidades, en los diversos centros de estudio e investigación, en el mundo de los medios de comunicación, pero también en nuestros movimientos juveniles, en nuestras diversas asociaciones eclesiales, la cuestión de cómo expresar la fe hoy es cada vez más intensa. Tu formación filosófica puede ciertamente ayudarte a articular este discurso.
Pero aquí, en este Lugar, tenemos una indicación clara: volver a empezar desde Cristo. En primer lugar, antes de cualquier elaboración teórica, antes de cualquier proyecto pastoral o cultural, como Juan Bautista, sé capaz de señalar y dirigirte a Jesús, el amado de Dios. Enséñanos a escuchar Su voz. Sólo así, escuchando Su voz, seremos capaces, con el tiempo, de crear unidad entre lo que vivimos y lo que creemos, incluso en estos tiempos convulsos.
Juan el Bautista, en este lugar, fue también una voz fuerte que clamaba por la justicia y la verdad.
Como Pastor, por tanto, también tú estarás llamado a asumir y orientar todas las exigencias políticas y sociales de tu comunidad, además de las religiosas. Episkopèo, en griego, de donde deriva el término obispo, significa mirar desde el otro. Por tanto, tú también debes guiar a todos hacia una visión elevada y amplia de la vida civil, y enseñarles a mirar la realidad con una mirada libre de condicionamientos humanos. En esta parte de nuestro mundo, las cuestiones políticas y sociales absorben gran parte de nuestra energía, son fuente de preocupación y crean tensiones constantes. Y el riesgo es dejarse absorber por estas dinámicas y dejarnos llevar por ellas, acríticamente. Será tu tarea, por tanto, encontrar la manera de situarte en estas instancias con libertad, sin miedo, con palabras creíbles que también abran horizontes, que construyan el futuro y que generen confianza.
En otras palabras, estarás llamado a construir comunidad desde esa intimidad personal con la Palabra de Dios, que es la única que puede darnos esa libertad. Sin esa intimidad con la Palabra de Dios, la medida y el criterio con el que nos enfrentemos a la realidad seguiremos siendo nosotros mismos y la lógica del mundo, a la que seguiremos supeditados.
No es imposible. Nada es imposible para quien ama a Dios. Nada puede separarnos de ese amor. Así que, ¡No tengas miedo y animo! Mira hacia adelante con confianza. Sé un instrumento dócil para la obra que Dios quiere hacer a través de ti.
Querido Iyad,
Toda la Iglesia de Jerusalén se reúne hoy en torno a ti. Que tu ministerio episcopal, que comienza hoy, se convierta en fuente de vida, alegría y resurrección para la parte de la Iglesia de Jerusalén que está en Jordania.
Que la Virgen María interceda por ti y te acompañe con su bendición maternal y haga de ti un colaborador creíble en la Redención.
+Pierbattista
*Traducción de la Oficina de Medios del Patriarcado Latino