El miércoles 31 de julio de 2024, en el monasterio jesuita de Jerusalén, Su Beatitud el Cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén, presidió una Misa en celebración de la fiesta de San Ignacio de Loyola, así como el jubileo sacerdotal de varios sacerdotes.
Concelebrada por Mons. Giacinto-Boulos Marcuzzo, Obispo emérito, el Abad Nikodemus Schnabel, el Abad Miguel García, que celebra su 50º jubileo, y el P. Peter DuBrul, que celebra su 70º jubileo, además de la asistencia de varios sacerdotes. Entre la asamblea se encontraban un representante del Cónsul de Francia, el oficial de asuntos religiosos de la Embajada de Francia, Mons. Dr. Munib Younan, y el Hermano Hernán Santos, Vicerrector de la Universidad de Belén, así como varias hermanas y fieles.
En su homilía, el Cardenal Pizzaballa relató la vida de San Ignacio, centrándose en su dedicación al cumplimiento de la voluntad de Dios en Tierra Santa. Explicó que San Ignacio inicialmente creyó que su misión se limitaba a Tierra Santa, pero finalmente comprendió que la voluntad de Dios se extendía a todo el mundo, impulsada por el amor a Dios y la defensa de la Santa Iglesia. Refiriéndose al Evangelio de Mateo, Su Beatitud el Cardenal Pizzaballa enfatizó el estilo de vida y la misión que adoptó San Ignacio, resumidos en los versículos: "El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí" (Mt 10, 37-38).
Por último, Su Beatitud señaló que los ejercicios espirituales escritos por San Ignacio sirven de refugio para redescubrir la esencia de la fe y de la vida, "ya que la fe ilumina cada día nuestro camino para llegar al corazón de esta vida, que es Cristo". Después de la Misa, se dirigió a los presentes sobre la situación actual en Tierra Santa, diciendo: "Reconozco que estamos atravesando tiempos muy difíciles y que el odio ha llenado inevitablemente muchos corazones. Sin embargo, anímense; hay otros que se esfuerzan fervientemente por mantener un corazón puro y seguir las enseñanzas de Cristo para la paz. Encuéntrenlos, manténganse cerca de ellos y trabajemos juntos para lograr una paz verdadera y justa".
Una breve mirada a la vida del Santo
San Ignacio de Loyola (1491-1556) fue un sacerdote y teólogo español que fundó la orden de los jesuitas. Nació en el seno de una familia noble de la región de Gipuzkoa en España. Se alistó como soldado, pero después de ser gravemente herido en la batalla de Pamplona en 1521, Ignacio comenzó a reflexionar y revaluar su vida.
Durante su recuperación, leyó sobre la vida de Cristo y de los santos, lo que despertó el deseo de dedicar su vida a Dios. Una vez que se recuperó por completo, abandonó su vida anterior como soldado, eligiendo en su lugar vivir una vida de pobreza y castidad, mientras servía a Dios. Después de su despertar espiritual, fue ordenado sacerdote en 1537 y optó por seguir una educación formal a pesar de tener treinta años. Durante 11 años, estudió latín, filosofía, teología y otras materias en varias universidades de España y París.
En París, Ignacio y un grupo de colegas fundaron la Orden de los Jesuitas en 1534. Esta orden se convirtió en una de las órdenes más importantes de la Iglesia Católica, conocida por su dedicación a la enseñanza, la evangelización y la defensa de la fe católica. Ignacio también fue autor de varios "Ejercicios Espirituales", que todavía se utilizan en los retiros espirituales de hoy. Estos ejercicios comprenden una serie de oraciones y reflexiones destinadas a guiar a los fieles en los momentos de soledad, ayudándoles a alcanzar el crecimiento espiritual.
San Ignacio murió en Roma en 1556. Después de su muerte, la orden jesuita continuó creciendo y floreciendo, impactando en el sector educativo y contribuyendo al desarrollo de la cultura y el pensamiento en el mundo occidental.