Un Obispo que Nunca Conocí, Pero Cuya Oración Llegué a Conocer
No puedo afirmar haber conocido personalmente al Obispo Kamal. Nunca tuve el privilegio de servir a su lado. Lo que sé de él proviene de los registros oficiales del Patriarcado Latino de Jerusalén y de la conmovedora homilía pronunciada en su funeral por Su Beatitud el Cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén. Se pronunciaron pocas palabras, pero fueron suficientes para revelar la esencia de un hombre cuya grandeza no residía en sus títulos o logros administrativos, sino en la profundidad de su vida de oración. Un Obispo cuya vida entera podría resumirse en una sola palabra: devoto.
Una Vida de Servicio
El Obispo Kamal nació en Haifa en 1931 e ingresó en el Seminario Latino de Beit Jala a los doce años. Fue ordenado sacerdote en la Iglesia de Jesús Adolescente en Nazaret en 1955. Cursó estudios superiores en Roma, obteniendo un título en Ciencias Sociales, y luego sirvió en varias parroquias antes de regresar a Tierra Santa.
Durante más de tres décadas, desempeñó diversas funciones dentro del Patriarcado Latino, destacando las de Canciller, juez del Tribunal Eclesiástico y Vicario Patriarcal.
Fue ordenado Obispo en la Basílica del Santo Sepulcro el 3 de julio de 1993. Más tarde presidió el comité para el Gran Jubileo del año 2000 y continuó su servicio hasta su jubilación en 2007. En 2015, celebró el jubileo de oro de su sacerdocio. El Señor lo llamó a su descanso eterno el 23 de junio de 2025 y fue sepultado en el cementerio del Patriarcado Latino el 26 de junio de 2025.
Un Hombre de Oración: Un Ejemplo a Seguir
Vivimos en un mundo saturado de ruido, abrumado por las últimas noticias, los rápidos cambios tecnológicos y los cambiantes vientos políticos. En medio de este clamor constante, el testimonio silencioso del Obispo Kamal se destaca con una claridad notable. No resistió al mundo, sino que lo abrazó con sencillez. No buscó el reconocimiento ni la aclamación personal; en su lugar, encontró la realización en glorificar a Dios a través de una vida de oración humilde y constante.
Con su vida, el Obispo Kamal susurró en silencio a nuestros corazones: Orad.
Y cuánto necesitamos ese susurro hoy en día, no solo para hablar de la oración, sino para vivirla; para reavivarla dentro de nosotros mismos; para redescubrir el silencio ante Dios y confiar en Su providencia en medio de las tormentas de la vida. Al hacerlo, nos convertimos en testigos vivos del fruto que nace de una vida arraigada en la oración.
Como nos instó el cardenal Pizzaballa, "Sigan su ejemplo en la oración". ¿Cómo no hacerlo? Incluso en su avanzada edad, el Obispo Kamal solicitaba humildemente permiso para ser excusado de la Liturgia de las Horas cuando sus fuerzas le fallaban. Mientras muchos abandonan la oración en medio de la agitación de la vida, para él, la oración siguió siendo su primer y más sagrado deber, hasta el final.
La oración no es un privilegio de sacerdotes, religiosos o personas particularmente devotas, es el fundamento de toda vida cristiana, el aliento de todo fiel. Con su quietud, su rosario, sus lágrimas ocultas, este humilde Obispo nos enseñó que el verdadero pastor comienza de rodillas ante el Buen Pastor.
Escuchando el Susurro Divino
Escuchemos el suave susurro de Dios, tal como lo hizo el Obispo Kamal. Volvamos a la oración, a nuestras iglesias, al rosario, a la meditación de las Escrituras, a la adoración silenciosa ante la Eucaristía. Sigamos su ejemplo y redescubramos una vocación no definida solo por la actividad, sino enraizada sobre todo en la comunión con Dios a través de la oración.
El Señor dio, y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor.