Prot. N. (1) 1519/2024
Jerusalén, 26 septiembre 2024
A la Diocesis del Patriarcado latino de Jerusalén
Queridos hermanos y hermanas,
¡Que el Señor os dé la paz!
Se acerca el mes de octubre, y con él la constatación de que, desde hace un año, Tierra Santa, y no sólo ella, se ha sumido en un torbellino de violencia y odio nunca antes visto ni experimentado. La intensidad y el impacto de las tragedias que hemos presenciado en los últimos doce meses han herido profundamente nuestra conciencia y nuestro sentido de humanidad.
La violencia, que se ha cobrado y sigue cobrándose miles de víctimas inocentes, también se ha infiltrado en el lenguaje y las acciones políticas y sociales. Ha asestado un golpe terrible al sentimiento común de pertenencia a Tierra Santa, a la conciencia de formar parte de un plan de la Providencia que nos ha querido aquí para construir juntos su Reino de paz y de justicia, y no, por el contrario, para convertirlo en un depósito de odio y desprecio, de rechazo mutuo y de aniquilación.
En los últimos meses, ya nos hemos pronunciado claramente sobre lo que está ocurriendo y hemos condenado repetidamente esta guerra sin sentido y todo lo que ha conducido a ella, haciendo un llamamiento a todos para que detengan esta deriva de la violencia y tengan el coraje de encontrar otras vías de resolución del conflicto actual que tenga en cuenta las exigencias de justicia, dignidad y seguridad para todos.
No podemos sino hacer un nuevo llamamiento a los gobernantes y a quienes tienen la pesada responsabilidad de tomar decisiones en este contexto para que se comprometan con la justicia y el respeto del derecho de todos a la libertad, la dignidad y la paz.
Pero también nosotros tenemos el deber de comprometernos por la paz, ante todo preservando nuestro corazón de todo sentimiento de odio y, en cambio, manteniendo el deseo del bien para todos. Al comprometernos, cada uno en nuestro contexto comunitario y de las formas que podamos, debemos apoyar a los necesitados, ayudar a los que trabajan para aliviar el sufrimiento de los afectados por esta guerra y promover cualquier acción por la paz, la reconciliación y el encuentro.
Pero también debemos orar, presentando a Dios nuestro dolor y nuestro deseo de paz. Debemos convertirnos, hacer penitencia, pedir perdón.
Por eso, les invito a una jornada de oración, ayuno y penitencia el 7 de octubre, fecha que se ha convertido en símbolo de la tragedia que estamos viviendo. El mes de octubre es también mes mariano y el 7 de octubre celebramos la memoria de María, Reina del Rosario.
Que cada uno de nosotros, con su rosario o en la forma que mejor le convenga, personalmente pero mejor aún en comunidad, encuentre un momento para detenerse a rezar, y llevar ante el «Padre misericordioso y Dios de toda consolación» (2Cor 1, 3), nuestro deseo de paz y reconciliación. Adjunto a esta carta, encontraran una oración, para ser utilizada libremente.
Invocamos la intercesión de María, Reina del Rosario, por esta amada Tierra y sus habitantes.
Con nuestros mejores deseos,
†Pierbattista Card. Pizzaballa
Patriarca latino de Jerusalén
Oración por la Paz
Señor Dios nuestro,
Padre de nuestro Señor Jesucristo
y Padre de toda la humanidad,
que, por la cruz de tu Hijo
y por el don de su propia vida
pagó un alto precio para destruir
el muro de la enemistad y la hostilidad
que separa a los pueblos y nos convierte a todos en enemigos:
envía a nuestros corazones
el don del Espíritu Santo
para que nos purifique de todo sentimiento
de violencia, odio y venganza,
que nos ilumine para comprender
la dignidad irreductible
de cualquier persona,
y nos inspire a trabajar
por un mundo de paz y reconciliación
en la verdad y en la justicia
en el amor y en la libertad.
Dios Todopoderoso y eterno,
las esperanzas de la humanidad
y los derechos de todos los pueblos
están en tus manos:
asiste con tu sabiduría a quienes nos gobiernan,
para que, con tu ayuda,
sean sensibles a los sufrimientos de los pobres
y a los que sufren las consecuencias
de la violencia y la guerra;
que promuevan en nuestra región
y en toda la tierra
el bien común y la paz duradera.
Virgen María, Madre de la Esperanza,
Obtén el don de la paz
por la Tierra Santa que te vio nacer
y para el mundo entero. Amén.